Ama tanto que no tengas espacio en tu corazón para odiar a nadie…
- A corazón abierto
- 19 ago 2019
- 3 Min. de lectura
Haciendo una retroinspección sobre lo que he pasado durante los últimos meses, he sacado la siguiente conclusión…muchas veces cuando cerramos algún ciclo de manera inusual por lo general le echamos la culpa a la situación, a la persona, al momento, al destino o a Dios…caemos en un periodo dónde queremos culpar a medio mundo por lo que pasó y solemos hacer o decir cosas de las que después nos arrepentimos, ¿te ha llegado a pasar?
Estos últimos meses caí en consciencia de muchas cosas, cerré ciclos de manera tajante, tomé decisiones fuertes que sabía que debía tomar sin pensar, ya que, si las pensaba demasiado probablemente no las hubiera tomado jamás y, aunque sabía de alguna manera que todo estaba bien, sentí mucha incertidumbre e inseguridad sobre si lo que había hecho realmente estaba bien o si me había tirado a la aventura demasiado pronto, pero no…he comprendido que todo, absolutamente todo llega en el momento preciso y que todo tiene su propósito o razón de ser.
También caí en consciencia sobre sí todo lo “malo” que me había pasado, realmente recaía en otras personas o situaciones, y no…¿saben? logré identificar que todo lo que permití fue por mi…un ejemplo, identifiqué que yo también tuve muchos errores y metidas de pata en mi relación pasada, que aunque en cierta forma fueron "provocados" consciente o inconscientemente por esta persona, provocaron que esa relación fuera efímera donde la incertidumbre era el pan de cada día y como era de esperarse, al final le eché la culpa a él…y no me dejarán mentir, cuando pasamos por ese tipo de situaciones, le comenzamos a desear lo peor a esa persona, sin pensar que todos esos pensamientos negativos nos estaban trayendo cosas negativas a nosotros mismos, haciendo que nos atormentáramos y cayéramos en una tristeza profunda.
Así que un día camino a casa, paré mi coche y comencé a hablar con Dios, le pedí fuerza para entender todo lo que ocurría y el porqué de las cosas, Dios en ese momento puso en mi corazón soltar todos los pensamientos negativos y de apego hacia mi antiguo trabajo, hacia mi antigua relación y hacia mi antiguo hogar, entonces comencé a pensar cosas positivas sobre estos tres puntos, recordé las cosas bonitas y agradecí por todo el aprendizaje que me dejaron, justamente en ese momento Dios quebrantó mi corazón y poco a poco comencé a soltar a cada uno…deseé cosas bellas para mi ex, abracé mi nueva vida, mi nuevo hogar y la oportunidad de vivir una nueva experiencia, acercándome cada día más a cumplir mis sueños, saliendo por completo de mi zona de confort.
Después de realizar este ejercicio, me sentí tranquila, sabía que tenía que enfocarme a hacer las cosas de diferente manera, que tenía que enfocarme, amarme y que hiciera lo que a mí y solo a mí me hiciera feliz, porque para eso estamos en este mundo, para ser felices, para amar y ser amados...para vivir, ¿y sabes? vida solo hay una y es por eso que no debemos desperdiciar ni un segundo en gente que no nos quiere o en trabajos o situaciones donde no nos podamos desarrollar y somos infelices, ¿que si cuesta trabajo?...CLARO! Cuesta muchísimo trabajo, nadie dijo que sería fácil, pero esa recompensa cuando lleguemos al final de nuestros días al voltear hacia atrás y ver que fuimos felices, que hicimos felices a los que nos rodeaban, que amamos, que fuimos amados y que logramos llegar a donde queríamos, lo valdrá absolutamente TODO!….y como dice Daniel Habif:
“Ama tanto que no tengas espacio en tu corazón para odiar a nadie”

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